martes, 12 de enero de 2010

A vueltas con los impuestos

Los impuestos no están de moda. A nadie le gusta pagar, y menos aún en estos tiempos de crisis económica. En España el rechazo hacia los tributos resume además nuestra histórica falta de confianza y de compromiso hacia la Hacienda Pública, y en general hacia las instituciones del Estado.

Los impuestos son rechazados y condenados por una mayoría de ciudadanos y este parecer mayoritario ha sido utilizado astutamente por algunos gobiernos para legislar de manera populista. Se han eliminando impopulares tributos en nombre de las clases medias (cosechando notables réditos electorales a cambio), pero a costa de adelgazar aún más el Estado y limitar sus mecanismos recaudatorios según la lógica neoliberal.

Sin embargo, desde mi punto de vista, los impuestos son hoy más necesarios que nunca. La salida a la crisis económica exige una redistribución de la renta más justa y equitativa, una mejora de los servicios sociales y un cambio del modelo productivo, y ésto sólo será posible ampliando la capacidad de intervención del Estado en la economía y aumentado su capacidad recaudadora. Es imprescindible un Estado más fuerte y con más recursos económicos para afrontar la crisis e intentar paliar sus efectos.

Se pretende centrar interesadamente el debate tributario en la conveniencia de subir o bajar los impuestos, pero lo verdaderamente relevante es saber en qué sectores de la población se incrementa o se reduce la carga fiscal. De llevarse a cabo una subida de impuestos ésta debería recaer principalmente en los ciudadanos más ricos.

Pienso que es necesario avanzar hacia una mayor progresividad fiscal, para que contribuyan más aquellos que más tienen. La obligación tributaria tiene que ser proporcional al nivel de renta del contribuyente. Para ello, deben primar los impuestos directos y progresivos (como el IRPF), aquellos que gravan la renta y el patrimonio, en lugar del consumo. Los impuestos indirectos, como el IVA, no permiten una fiscalidad justa y proporcional.

Desde varios sectores sociales y políticos ya se subraya la urgencia de una reforma fiscal en nuestro país, que yo personalmente comparto. Esta reforma tendría que incluir la recuperación del impuesto sobre el patrimonio, eliminado recientemente por el Gobierno de Zapatero, el aumento del IVA en bienes de lujo, la reducción del IRPF para las rentas más bajas, el mantenimiento del impuesto de sucesiones (que pretende reducir ahora el gobierno catalán) y una mayor progresividad en el impuesto de sociedades, así como la introducción de un gravamen para las grandes fortunas.

La Constitución Española de 1978 constituye un Estado social y democrático. Nuestro sistema fiscal debe respetar estrictamente los principios constitucionales de equidad y solidaridad para garantizar un justo reparto de la riqueza. Los impuestos tienen que ser más proporcionales y progresivos, pero siempre serán un instrumento útil y necesario, y más aún en la actualidad, donde es necesario financiar un gasto público tan elevado. En este contexto de recesión el Estado debe contar con amplios recursos económicos para, de manera prioritaria, poder garantizar la protección social de los trabajadores y las trabajadoras que sufren los efectos de la crisis. Nuestra obligación fiscal con el Estado está, pues, más que justificada.

Publicado por ahidalgo

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