martes, 24 de noviembre de 2009

La vuelta al Cole

Salvando la diferencia de edad y el tiempo transcurrido, en cierta medida, me siento como cuando iba al colegio. Quizás suene a chiste, pero resulta que, fundamentalmente por decisión de mis padres, fui a un colegio bastante inusual para el ocaso de los años 80 y principios de los años 90. Un colegio en el que no había libros de texto, en el que no existían tarimas y por encima de todo fomentaba el autodesarrollo del alumno, tanto como individualmente como de forma grupal.

Un colegio en el que el alumno era el protagonista de su aprendizaje, pues era, al fin y al cabo quien tenía que sacar adelante su trabajo procurándose él mismo (con la ayuda que todo niño/a necesita) los materiales, las ideas y la forma llevar a cabo su aprendizaje. Un colegio en el que no educan a los niños conforme a lo que la sociedad espera de ellos, sino conforme a las necesidades que ellos tengan. Y todo ello, fruto de una comunidad educativa en la que padres, alumnado, profesorado y personal no docente trabajaban conjuntamente. De una forma similar a las "Waldrofschule" alemanas.

Hasta ahora, lejos de arrepentirme de una época maravillosa de mi vida, siempre había tenido (y aún las tengo en cierta medida y en ciertos momentos) bastantes reticencias al tipo de educación que recibí en mi infancia. Y estas reticencias no se debían ni a que no disfrutara de aquella época, ni a ningún tipo de trauma, simplemente en el instituto y en la universidad sentía que no era capaz de sacar adelante las asignaturas con toda la solvencia a la que acostumbraba en el colegio. Esto se debía a que nunca me enseñaron a estudiarme un libro (o varios) cual catecismo. A mi me habían enseñado a obtener la información, procesarla, asimilarla y plasmarla en trabajos.

En los años que llevo en la universidad, sin que sirva para menospreciar a nadie, siempre he visto que muchas de aquellas personas que han estudiado en colegios religiosos o con una ferrea disciplina han sacado con gran solvencia las asignaturas en las que se lo jugaban todo a un examen que consistía en haberse aprendido previamente un temario que posteriormente terminaban por olvidar.

En la universidad este tipo de educación no es muy normal. Quizás porque implica una mayor carga de trabajo diaria para el alumno y para el profesor que se traduce en que una asignatura quita más tiempo a ambos, o que no es el tipo de educación que se estila en España, o ambas cosas. No creo que sea sólo cosa de "Bolonia", pero la innovación educativa empieza a entrar en la universidad. Unos profesores la llevan mejor y otros peor, pero en general, creo que ya van siendo más los profesores que exigen una asistencia regular que se traduzca en un trabajo periódico.

La asignatura de Sistema Económico Mundial me está suponiendo una placentera "vuelta al cole", o al menos a la misma metodología, aunque sólo sea por medio curso. Una metodología en la que me siento infinitamente más cómodo que en esas clases magistrales en las que una persona supestamente más docta que yo recita una serie de tesis que parece que debo aprenderme como si de una oración se tratase (esto me cuesta horrores, y en parte envidio mucho a aquellos que no les cuesta lo más mínimo pues la mayoría de las asignaturas en la universidad son así y en el instituo fueron así). La asignatura se desarrolla en un ambiente en el que el aprendizaje es recíproco entre quienes se suponen no saben a penas del tema y quien es una persona docta (será que ni unos son tan ignorantes ni uno es tan infinitamente sabio). Volver a trabajar de aquella forma, soltándome en la biblioteca, buscando a mi antojo, utilizando mi propio criterio y no un criterio marcado, y construyendo yo junto al resto de compañeros y profesor la clase, me resulta especialmente agradable.

Particularmente creo que este método es infinitamente mejor que el tradicional. Mi opinión no es que sea la más objetiva, pero he tenido a lo largo de mi vida académica la oportunidad de disfrutar aprendiendo y la de padecer el tedio que para mi supone aprender "de memorieta". La innovación educativa, a parte de hacer del alumno el auténtico protagonista de su propio aprendizaje, ayuda a que éste desarrolle su potencial creativo, algo que no se consigue estudiando las cosas "a capón". Y esto último no creo que sea baladí, pues paises en los que su educación es innovadora, están entre las economías más competitivas del mundo.

Publicado por Jorge o Jordi Porras Presa

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